La realidad es como nos la muestran.
Si
le preguntamos a cualquier persona de una ciudad de, digamos, más de
50.000 habitantes de cualquier parte del planeta cómo es por dentro un
submarino, seguramente nos responderá lo mismo que podría repetir
cualquier lector de este texto que en este momento está usando el
internet: tiene muchos comandos, luces, aparatos de alta tecnología.
Seguramente no lo equipara con un automóvil; en todo caso quizá le podrá
encontrar similitudes con la cabina de un avión comercial, pero sin
dudas no lo verá parecido al interior de una vivienda, de una iglesia
católica ni el de una mezquita. Y también sin dudas, ninguna de esas
supuestas personas preguntadas desmentiría la respuesta de alguien que
diga algo más o menos por el estilo. Estamos convencidos que así es el
interior de un submarino. Ahora bien: lo más probable es que la inmensa
mayoría de ese grupo al que nos referimos nunca estuvo dentro de un
submarino, pero ello no obsta para que tenga una idea de cómo es. ¿De
dónde sacó esa "idea"? -que, en verdad, es ante todo una imagen-. Sin
dudas: de los medios audiovisuales masivos de comunicación.
¿Qué
queremos significar con ese ejemplo? Que la realidad cada vez más está
construida desde imágenes que generan usinas ideológico-culturales
dominadas por poderes globales y que la abrumadora mayoría de la
población planetaria consume sin mayor capacidad de respuesta crítica.
¿Quién dijo que los árabes son "fanáticos sedientos de sangre"? La
industria del entretenimiento de Hollywood desde hace décadas nos
preparó para llegar a eso. Luego, establecida esa "realidad", ante
tamaño fanatismo vendrán las invasiones liberadoras (y de paso podrán
agenciarse de su petróleo, claro está…).leer completo en Argenpress