La huelga, un arma formidable para la lucha en paz, una abstención creativa, oxigenante… La relación de los gremios con el poder político-económico es una infidelidad naturalizada fue hace mucho daño a los argentinos.
En nuestra familia tenemos dos perras distintas, Rencia y Puflita.
Rencia es una rubia hija de la calle con algún abuelo labrador y debe pesar treinta kilos. Pufli es una morocha de la calle también, con un abuelo caniche y debe pesar tres.
La misma especie. Se llevan de maravillas, juegan, corren, ambas cachorras todavía.
Se quieren como hermanas, se tienen por iguales a pesar de sus fisonomías: una decuplica a la otra en volumen, Pufli es chiquita, inquieta, mota y de colita alzada. Rencia es tranquila, paciente, lacia, un pan de Dios.
Hay que ver lo que se divierten, las cosas que comparten, lo bien que se lamen.
Llega la comida y a Rencia le basta un ademán para arrancarle a Pufli el huesito de la boca.
Todo bien, la Rencia se muestra como igual pero a la hora de los bifes…
Los seres humanos suelen pasar cosas de perros.
La presidenta y el gobernador se llevan de lo mejor. Comparten, juegan, se tiran flores y piropos, intercambian chistes, hasta que llega la hora de comer.
Para que no fuera así, para que el sistema se convirtiera en federal, para que las provincias sostuvieran su autonomía, para que en la Casa Rosada se bajara el copete, hubo miles y miles de muertos en los campos de batalla.
Padres de familia, muchachos y chicas con todo un futuro truncado en defensa de altos ideales como el federalismo que aprendimos de José Artigas, y de las mujeres y los hombres que acompañaron aquella gesta.
¿Cuántos jóvenes murieron con una bala en la cabeza, una lanza en el pecho, en defensa de las autonomías, contra el atropello de la metrópolis y el imperialismo?
Pero la dictadura que volteó a Hipólito Irigoyen y luego la corte suprema inventaron un sistema de coparticipación que nos hizo harto dependientes, y más tarde cada gobierno añadió desde Buenos Aires una nueva excusa para exprimir a las provincias y romperles los atributos.
A qué viene todo esto
Estamos de acuerdo con la huelga de los docentes.
Estuvimos muy de acuerdo con las huelgas de los maestros y profesores en los distintos gobiernos nacionales y provinciales, de diferentes signos partidarios. Y hoy lo mismo.
Es cierto que las huelgas no han logrado instalar a la educación en su lugar por ahora. Sigue siendo un servicio deficiente, un barco que hace agua, un edificio con cimientos de arena, pero la huelga no es la causa sino la consecuencia.
No hay razones para ver en la huelga el origen de los males cuando es tan evidente que los males tienen como efecto la huelga.
En verdad, la huelga fue parida por dos madres: la injusticia del régimen y la conciencia obrera. leer completo en Río Bravo