Hoy 8 de marzo,
conmemoramos el día Internacional de la Mujer Trabajadora. Pero no es éste solo un día de salutaciones, sino de
reflexión y de lucha por nuestros derechos.
Largo y lleno de obstáculos ha sido el camino
que hemos tenido y tenemos que recorrer las trabajadoras mujeres para que en todo el mundo hoy se celebre nuestro día, como así también para
la conquista de nuestros derechos. Ese camino tiene varios antecedentes, pero
su inicio más reconocido es la histórica lucha de las obreras textiles estadounidenses, quiénes en 1908 fueron
incendiadas vivas dentro de la fábrica, como respuesta a sus reclamos de jornada laboral de 10hs.,
descanso dominical e igual salario que los varones. En 1910
durante la II Conferencia Internacional de Mujeres
Socialistas, y por iniciativa de una gran revolucionaria alemana, Clara Zetkin,
se proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Sesenta y cinco años más tarde, las Naciones Unidas (ONU) estableció el 8 de
marzo como Día Internacional de la Mujer. En nuestro país
muchísimas mujeres estuvieron obligadas a conmemorar este día en la más
absoluta clandestinidad, hasta que recién en 1984, una vez derrotada la más
sangrienta dictadura militar de nuestra historia, pudieron realizar la primera
y más masiva conmemoración pública.
Actualmente,
aún son muchos los derechos que nos restan conquistar ante la doble opresión que sufrimos las
mujeres: opresión de clase (compartida con los varones por pertenecer a la
clase trabajadora) y opresión de género (por ser mujeres). Es por eso que este
día debe ser un día en el que las mujeres de todo el mundo alcemos nuestras
voces.
A las trabajadoras de la educación (como a muchas
otras trabajadoras) este día, nuestro día, nos encuentra ante la defensa de un derecho fundamental, como
lo es el derecho a percibir un salario digno. Un salario que esté acorde
con el costo de vida y con la tarea realizada, que supera con creces las 4hs.
Porque bien sabemos que en las escuelas además de las horas frente al aula, las de planificación y
capacitación, somos también las que hacemos dedo para trasladarnos; las que
escurrimos las monedas del bolsillo para reponer la tiza, para hacer fotocopias
y las estirar la comida en el comedor porque la
partida de presupuesto no alcanza. Somos además las que nos llevamos las tareas
y los dramas de muchos alumnos a nuestras casas; donde además cumplimos la otra
jornada: la que el sistema patriarcal, aún muy arraigado culturalmente, nos
tiene destinada.
Es
por ello que la lucha por la ampliación de nuestros derechos es tanto de
carácter económica como política e ideológica, siendo (con relación a esto
último) sumamente necesario una educación con perspectiva de género que
desmienta la superioridad del hombre impuesta como verdad indiscutible por el
patriarcado.
DESDE AGMER TALA SALUDAMOS
FRATERNALMENTE A TODAS LAS TRABAJADORAS DE LA EDUCACIÓN EN SU DÍA.
POR LA DEFENSA Y AMPLIACIÓN DE NUESTROS DERECHOS,
¡¡¡¡VIVA LA LUCHA DE
LAS MUJERES TRABAJADORAS!!!