La fumigación y la ruina de apicultores…



La soja trae alegría a cada vez menos gente y desgracias a muchos que cada vez son más… Hemos denunciado en este blog lo nocivo de los agroquímicos, en algún momento vamos a tener que pensar y escribir sobre la relación de la soja y su forma de cultivo, siembra directa,  con la desocupación y despoblación del campo…
Hoy un amigo, Quique Reichel, nos cuenta su experiencia, que no fue una desgracia, es una injusticia. Quique tiene escasos recursos económicos, y escasos es una exageración, pero tiene otros recursos: humanos, intelectuales, es hábil y emprendedor… pero nuestro país castiga a los pequeños, a los que quieren salir adelante…
Aquí su anécdota que es la de muchos sin voz, sin medios y sin peso en los platos de la justicia… Historia del despojo y del despoco, historia de los sencillos, vecinos de los grandes olvidos… Palabras de su mano y de sus penas…
Todo empezó allá por el 2002, en que me encontraba pasando por un período bastante crítico, cuando decidí por invitación de un amigo, Luis Vanegas, empezar un curso de apicultura de tres meses en verano.
Viajaba los días miércoles y sábados… El día de la primera práctica llegué más temprano de lo que le correspondía a mi grupo, cuando el primer grupo estaba en la práctica y yo no tenía traje, entonces sin que me vieran me acerque a la colmena en camisa manga corta… de repente lo ví a Luis que hacia toda clase de señas extrañas porque las abejas estaban revueltas... entonces me volví para el galpón y al rato se acercó Luis con cara de susto terrible para saber cuantas abejas me habían picado y no pudo creer cuando le dije que ninguna… pensé que era como una señal, y consideré que me iba a sentir a gusto y cómoco trabajando en el apiario..
Quiero destacar que Luis Vanegas es un gran amigo porque marcó como un punto de inflexión, y me enseño la necesidad de seguir adelante como mis estudios… En aquel momento no había terminado el secundario y el me convenció de hacerlo… Ahí fue que decidí inscribirme en el colegio agrotécnico y conocí a Euralia Macías, aleas Lala, quien también fue una persona muy importante en mi vida, no solo por enseñarnos sino porque también hizo las gestiones necesarias como para que yo pudiera conseguir prestado de la escuela el material para poder tener mis primeras cuatro colmenas que en un año multiplique a ocho… Tenía la esperanza de que a la próxima cosecha alcanzaría a devolverle el material a la Institución, además de quedarme con material propio…
Tenía las colmenas junto a un campo destinado a la cría de ganado, pero un día no ví a los animales y al llegar a la escuela un par de semanas después, Lala me dice:
-Es al pedo que vallas a revisar las colmenas, porque en el campo de al lado sembraron soja y fumigaron, y todas tus colmenas están muertas y como quince colmenas de la escuela…
Yo fui igual sin el traje, y ví los cajones llenos de araraces entrando por las piqueras, y ahí sentí una bronca, un vacío, una impotencia, no sabía que más hacer… Volví a donde estaba Lala y le dije que les devolvía el material, que lo buscaran del campo…
Mis cajones eran pocos, pero era todo lo que tenía en la vida… Hay quienes perdieron más, un amigo, Mario Cepeda, perdió trescientas colmenas…
Ahora estoy tratando de volver a empezar este microemprendimiento... pero los productores les tenemos más miedo a las fumigaciones que a las inclemencias del tiempo...