Esa maldita costumbre de matar




En la Argentina, las clases dominantes han tenido desde siempre una vocación de utilizar la violencia y asesinar para resolver los conflictos sociales, económicos y políticos.

“PATRIOTAS” POR LAS TIERRAS

Imagen: La Conquista del Desierto, cuadro de Juan Manuel Blanes
Primero, fue el genocidio de los pueblos originarios, que comenzaron con Rosas, se extendieron con Alsina, y culminaron con el General Julio Argentino Roca, a fines del siglo XIX, en la denominada “conquista del desierto” y del Chaco.
Los que sobrevivieron, fueron condenados a la marginalidad, expulsados de sus tierras y borrados de la historia.
 Por su parte la población negra disminuyó desde comienzos del siglo XIX hasta prácticamente desaparecer. Entre las causas se destacan las numerosas bajas causadas al  formar parte del ejército en la cruenta y larga Guerra del Paraguay (1865-1870), donde el reclutamiento fue intencional y masivo. Luego vinieron las epidemias, en especial la de fiebre amarilla de 1871, que diezmaron a esa comunidad.
Otros sectores sociales, afectados fueron por una parte, los gauchos, y por otra, los caudillos regionales, que sufrieron la llamada “masacre patriótica”....
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EN DEMOCRACIA TAMBIÉN SE MATA

Claudio “Pocho” Lepratti, asesinado en la masacre de diciembre de 2001
Recuperada la democracia en 1983, muchos han sido los asesinatos de militantes del campo popular. Desde Víctor Choque en 1995 a Juan Carlos Erazo en 2008, y Teresa Rodríguez, los muertos de Jujuy y Corrientes. El 19 y 20 de diciembre de 2001 se produjo en el país el más trágico capítulo de represión estatal, violencia y muerte desde la restauración democrática. Treinta y cinco fueron los ciudadanos asesinados en todo el país. En la provincia de Santa Fe, el que dio “carta blanca” para la represión fue el gobernador Carlos Reutemann, y fueron siete las victimas: Graciela Machado, Graciela Acosta, Yanina García, Rubén Pereyra, Juan Delgado, Marcelo Pacini, Ricardo Villalba, Walter Campos y Pocho Lepratti.
Con los años, se sumaron a esa larga lista Maximiliano Kosteki, Darío Santillán, Luis Cuéllar y Carlos Fuentealba. Debemos incorporar la desaparición de Julio López, y el asesinato de Silvia Suppo.
Hace pocas semanas la burocracia de Pedraza, la patronal de Ugofe y la Policía Federal asesinaron al compañero del PO, Mariano Ferreyra. Poco después tuvo lugar la represión al pueblo originario qom en La Primavera, provincia de Formosa. Luego las ejecuciones en Soldati por la Policía Federal del Gobierno Nacional y la Metropolitana de Mauricio Macri.
Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero asesinado por la patota sindical de la Unión Ferroviaria
Un informe reciente de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI), indica que “la marcada desproporción (52 muertes en actos de protesta, sobre un total de 2826) pone en evidencia la prevalencia de la represión de tipo “preventivo”, que tiene por objeto controlar y disciplinar a los sectores pobres no organizados, sin otro criterio de selectividad que la pertenencia de clase. Los números confirman que, en la Argentina “democrática”, una vez finalizado el trabajo encomendado a los militares de la última dictadura, la represión cambió de forma para adaptarse a las necesidades del nuevo sistema político. A partir de 1983, ya no se reprimiría tanto en forma abierta y selectiva, sino silenciosamente, con masividad y sin repercusión pública. Reemplazados los gobiernos militares por los gobiernos “democráticos”, cobró central importancia esta “represión preventiva”, cuyo objetivo es disciplinar a la clase de cuyo seno surgen la resistencia y la confrontación. Así, los gobiernos que administran el estado argentino tratan de garantizar que “Nunca Más” el sistema de explotación capitalista sea cuestionado seriamente en el país”.
Además, debemos sumar las muertes de cientos de obreros en los accidentes de trabajo, por enfermedades laborales, y los  niños y ancianos que mueren por día, por la pobreza, producto de las políticas económicas que se han venido aplicando.
En este breve recuento faltan muchas victimas de la represión a la clase obrera y al pueblo, y de todos aquellos que han luchado y siguen luchando por cambios que nos lleven a una sociedad que merezca ser vivida, una sociedad sin explotadores ni explotados.
Por todo esto es que aseguramos que la clase dominante de nuestro país tiene desde hace más de cien años sus manos manchadas de sangre.
Leónidas F. Ceruti
Historiador